lunes, 25 de enero de 2016

Buenos días.


Se cuelan los primero rayos de sol por la persiana. Dibujan formas curiosas en tu cuerpo. Tu pelo enrdado, revuelto sobre la almohada y yo en vela desde hace horas, mirándote dormir, pidiendo a mis manos un control que yo no tengo. Las deslizo bajo las mantas, tu cuerpo suave, caliente, se resiente ante el frío de mis dedos. Gruñes bajito y te retuerces, ahora te tengo más a mano. No me entretengo en el camino, sé que, a veces, es divertido, pero ahora no, tengo otro objetivo.
Me deslizo ligera, directa, sin prisa, sin pausa. Última frontera, ese maldito elástico que siempre me frena. La cruzo, sin pensar demasiado, mi cabeza no es buena consejera en estos casos. Te estremeces con la primera caricia y adivino un quejido atascado en el fondo de tu garganta. Estos siendo delicada, apenas las yemas de mis dedos rozando tu masculinidad. Despacio, suave. Te muerdes los labios y acallas un gemido, estás despertando, pero no abres los ojos, me dejas seguir acariciando, tocando, rozando. Te acomodas, no dices nada, sólo se escucha tu respiración agitándose y el leve sonido de mi piel en contacto con la tuya.
Te retuerces, te tensas, lo noto baj mis dedos. Tu excitación crece con la mía. Paro, en seco, preparando mi siguiente movimiento. Rápido y certero, mis braguitas caen al suelo y sólo me abriga tu camiseta. Me subo a ti, a horcajadas, y el sol ilumina los lunares de tu pecho. Mis dedos juegan a unir los puntos, mi cuerpo se balancea, buscándote. No tardamos en encontrarnos, nuestros ojos se cierran y nuestras bocas se abren. Toda mi piel se eriza al contacto con la tuya. Silencio, gemidos, cuerpos chocando... Tú, sólo tú. Tus manos se agarran a mi cintura, me mueves a tu antojo, bailo para ti. Buscamos la unión perfecta y encontramos un error constante. Quizá sólo por la diversión de seguir buscando, de seguir probando. Es un juego que ninguno de los dos quiere terminar. Uno en el que no gana ni pierde ninguno. Tú aceleras, yo freno. No quiero acabar. Se está bien aquí, así, contigo dentro, tocándome, acariciándome, llevándome al cielo... Bajándome al infierno. Te tensas más, aceleras mñas y yo te sigo el ritmo porque ya no puedo hacer otra cosa. No coordino las palabras, no las controlo, no las escucho. Sólo tu respiración y el chasqueo de nuestras pieles. Sólo ese gemido ahogado que luchas por retener.
Mi espalda se curva, tus manos se aprietan en mi cadera. Te siento más dentro, más duro, más... Gruñes. Grito. ¡Oh!
Me derrumbo sobre tu cuerpo al vaivén de nuestras respiraciones aceleradas, al compás de nuestros latidos frenéticos. Me acaricias la espalda con las yemas de los dedos. Un beso entre mis rizos desmadejados. Otro en los labios. Suave, tierno. Un susurro. Buenos días.

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